Un análisis comparativo como parte del Proyecto Impulso de la Seguridad del Paciente corrobora que esta figura sigue sin disponer de un paraguas normativo establecido a nivel internacional.

La figura del Responsable de Seguridad del Paciente no cuenta con un reconocimiento uniforme a nivel internacional, sino que aparece de manera dispersa y heterogénea. Esa es una de las principales conclusiones del estudio ‘El rol del Responsable de Seguridad del Paciente: manual de competencias, funciones y formación especializada’, enmarcado dentro del Proyecto Impulso de la Seguridad del Paciente y que muestran una “realidad fragmentada”.

Su autor, Antonio Burgueño Jerez, detalla que solo algunas instituciones (como por ejemplo, la Australian Commission on Safety and Quality in Health Care en Australia (ACSQHC) o la Haute Autorité de Santé (HAS) en Francia, exigen formalmente un rol designado. Sin embargo, la mayoría de los marcos lo abordan de forma indirecta o dispersa, limitándose a recomendar funciones sin perfil definido, según se desprende del análisis comparativo de doce de las principales instituciones y modelos internacionales en seguridad del paciente que ha realizado.

En otros marcos, la figura se menciona solo de forma indirecta. Organismos de referencia como la OMS, el Institute for Healthcare Improvement (IHI), o la Joint Commission International (JCI) “reconocen la importancia de contar con funciones de seguridad, pero no llegan a establecer un perfil definido ni un marco común de actuación”, observa Burgueño.

“Hoy falta un marco uniforme para este rol, y este estudio propone la primera hoja de ruta clara y aplicable a hospitales y sistemas sanitarios”

Otras instituciones, por su parte, recomiendan esta designación pero “sin llegar a convertirlo en una obligación”, como pasa en el Aktionsbündnis Patientensicherheit (APS) alemán, o en nuestro país con la norma UNE 179003. Ambas promueven la existencia de responsables de seguridad como buena práctica, pero dejan su adopción en el terreno de la recomendación.

El estudio, que ha revisado casi una decena de organismos (también el National Quality Forum, NQF), concluye que en la mayoría de modelos las funciones de seguridad se reparten entre distintos niveles organizativos (comités, direcciones y equipos clínicos), “lo que podría generar vacíos operativos, duplicidades de tareas y una gran dificultad para evaluar resultados de manera consistente”.

En definitiva, sentencia Burgueño: “La conclusión central es que no existe hoy un modelo internacional uniforme para este rol, a pesar de que su necesidad está sobradamente reconocida”.

Funciones, competencias y formación

La falta de homogeneidad al establecer un marco para esta figura repercute en que los hospitales no puedan consolidar un referente estable para la gestión de riesgos clínicos, “dejando un vacío operativo que repercute en la efectividad de las estrategias de seguridad”. Sin tener claras las competencias que necesita y, por consiguiente, establecer una formación adecuada, se dificulta el establecimiento del Responsable de Seguridad del Paciente en las organizaciones sanitarias.

De ahí que en el manual se enfatice que hace falta “acotar de forma precisa el papel del responsable, evitando que asuma funciones que corresponden a terceros y dotándole de una formación alineada con sus verdaderas responsabilidades”.

Ante esta situación, Burgueño propone 10 aspectos clave que debe tener dicha figura, desde la cultura de seguridad hasta la gestión de tecnologías, y define competencias, formación y métodos de evaluación. En el manual, aporta propuestas para estructurar un rol dinamizador y facilitador que refuerce las responsabilidades compartidas, ofreciendo una referencia técnica y cultural para todos los niveles de la organización.

Objetivo: construir un modelo “integral y coherente”

El manual, disponible para su adquisición, es parte del Proyecto Impulso cuya misión es definir de forma detalladas las funciones y los roles no solo del Responsable de Seguridad del Paciente, sino también del resto de la estructura necesaria para una gestión efectiva de la seguridad en cualquier organización sanitaria. Entre otros, el equipo de dirección; el comité de seguridad del paciente; los responsables de seguridad en distintos servicios y áreas asistenciales y los jefes de servicio y mandos clínicos.

“El objetivo”, resume Burgueño, “es construir un modelo integral, coherente y con capacidad real de funcionamiento, que permita a los hospitales implementar una estrategia sólida y sostenible de seguridad del paciente basadas en referentes que permitan un benchmarking real”.

FUENTE: www.isanidad.com


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